Fútbol femenino: Consejos para entrenar a tus jugadoras

Remontémonos a la época de la dinastía Han. Existen registros que demuestran que ya desde el 2500 a.C. Se jugaba fútbol, si bien no era exactamente de la manera que lo hacemos en la actualidad, este antecesor se llamado “Tsu Chu”. Era popular entre hombres y mujeres por igual. Asimismo, en Europa, sobre el siglo XII había otros deportes similares, sobre todo en Escocia y Francia.

Tras siglos de persecución y prohibiciones contra el fútbol por su «naturaleza violenta», en 1863 en Gran Bretaña, se definieron normas para evitar la violencia en el juego con tal de que fuera socialmente aceptable para las mujeres. Fue un encuentro entre los equipos North y South en el campo del Crouch End Athletic, ante unas 10 000 personas, que finalizó con la victoria 7 a 1 del North, capitaneado por Nettie Honeyball, el que podría ser considerado como el pistoletazo de salida para el fútbol femenino. En 1902, la Federación Inglesa de Fútbol prohibió el fútbol de mujeres y jugar contra equipos femeninos. Más adelante debido a que muchos hombres fueron reclutados por las fuerzas armadas británicas y partieron al campo de batalla, la mujer se introdujo masivamente en la fuerza laboral y por ende en los torneos de fútbol que eran populares entre los obreros de la época.

Muchas fábricas tenían sus propios equipos de fútbol que hasta ese entonces eran privilegio de los varones. Con el paso de los años uno de los más exitosos equipos femeninos de la época fue el Dick, Kerr's Ladies de Preston.

Como la situación ya no es la misma y el fútbol femenino está muy presente hoy en día, os traemos algunos ejercicios para trabajar con nuestros equipos femeninos.

En cada equipo de fútbol tenemos que diferenciar a la hora de programar cargas físicas, ya sea por edades o niveles. Como siempre os comentamos, las cargas físicas necesarias para cada equipo y/o persona son diferentes, esto evidencia que el trabajo debe ser totalmente específico, sobre todo adaptado a las necesidades de las jugadoras y de los modelos de juego de cada equipo.

En el caso de nuestras jugadoras, debido al complejo ciclo hormonal, deberemos tener en cuenta que el patrón de lesiones no va a ser exactamente igual que al de los equipos masculinos debido a las características de resistencia y fuerza.

Estas características harán que, a pesar de ser el mismo deporte, la práctica de este exija unas condiciones diferentes. Por lo tanto, el modelo de entrenamiento será diferente. Los modelos de entrenamiento femeninos no pueden y no deben ser una copia del modelo masculino, porque anatómicamente son diferentes.

Algunos estudios muestran como dentro del fútbol femenino las distancias cubiertas oscilan alrededor de los 6 km y los 10 km por partido, lo que se diferencia con las distancias cubiertas en el fútbol masculino, donde generalmente rondan entre 10 y 13 km por partido. Esta medición de distancia parece aumentar cuanto mayor es el nivel de la competencia.

Dentro del fútbol femenino, las acciones de baja intensidad representan entre el 90-95% de las acciones, mientras que las acciones de alta intensidad representan entre el 10-5%.

Las diferencias principales entre el fútbol masculino y femenino parecen venir determinadas por el nivel técnico-táctico y el componente condicional, si bien otros estudios apuntan a que esta diferencia de nivel técnico, radica en una desigualdad en el proceso cultural, donde las mujeres tienen un acceso tardío a este deporte, a diferencia de los hombres.

Una de las razones de la diferencia de rendimiento entre hombres y mujeres parece provenir de la propia fisiología y biología entre ambos sexos. El mayor porcentaje de grasa, un menor porcentaje de masa muscular, así como niveles de hemoglobina baja en mujeres hace que las diferencias a la hora de rendir físicamente sean menores.

El ciclo menstrual parece ser uno de los elementos más importantes a tener en cuenta en la programación del entrenamiento en mujeres, ya que influye con respecto al rendimiento y de la aparición de lesiones.

A nivel general, las mejoras en el rendimiento físico parecen darse en los días posteriores a la menstruación, aproximadamente en los 6 días posteriores a esta, mientras que otros estudios muestran que las deportistas son más propensas a sufrir lesiones en la fase menstrual y en la ovulatoria que en la fase folicular. Por lo que como vemos, esto influye bastante en las jugadoras. A nivel muscular y ligamentoso, parece influir sobre estos parámetros incrementando el riesgo de lesión.

Existen suficientes evidencias respecto a una mayor laxitud de las mujeres en comparación con los hombres, debido a que durante el ciclo menstrual se producen cambios en los niveles hormonales. La consecuencia de estos cambios produce un incremento de la laxitud de la rodilla desde la función neuromuscular y biomecánica de la rodilla, que aumenta el riesgo de lesión en esta. Se describieron cambios a nivel biológico y morfológico en las propiedades del colágeno, que al alterar la laxitud del ligamento altera las propiedades mecánicas del LCA (Ligamento Cruzado Anterior) cuando es expuesto a fluctuaciones hormonales. Se considera que esta afección disminuye el colágeno del ligamento haciéndolo más susceptible a fallar durante las cargas al ligamento.

Veamos ahora qué ocurre con el cuerpo durante el ciclo hormonal y sus diferentes fases:

Fase Folicular (1-14 días)

Se refiere a la fase después de la menstruación y en ella se pueden apreciar diferentes aspectos a tener en cuenta con la fisiología, donde se produce una mayor sensibilidad a la insulina, un mayor uso de glucógeno y una reducción del metabolismo durante estos días. Esto tiene como consecuencia que el consumo de carbohidrato sea tolerado mejor y que se utilicen un mayor porcentaje de glucógeno en comparación con las grasas.

Dentro de esta fase se produce una mayor pérdida de sangre y existe menor transporte de oxígeno en los músculos, por lo que en cuanto a entrenamiento se deberían priorizar dos objetivos:

  • Mayor ganancia de fuerza.
  • Mejora del metabolismo dependiente de glucógeno con actividades de alta intensidad y poco tiempo de ejecución (HIIT).

Fase Ovulatoria y Fase Lútea (14-28 días)

Dentro de la fase ovulatoria se aprecia una reducción del apetito, una elevación del metabolismo y un incremento de los niveles de fuerza.

Asimismo, observamos un incremento del riesgo de lesión debido a una disminución del control en las acciones deportivas.

Son muchos los estudios que evidencian una mayor tasa de lesiones de rodillas (entre 3-4 veces más) en mujeres futbolistas, sobre todo en acciones de cambios de dirección y salto, donde se produce una menor flexión de rodilla y cadera lo que incrementa el estrés sobre esta.

Hewett (2000) expone su teoría de que uno de los factores que elevan el riesgo de lesión en mujeres es el papel hormonal, y cómo afecta la fluctuación los estrógenos, progesterona y la relaxina en los sistemas neuromusculares y musculoesqueléticos. Según el autor, las evidencias demuestran que dichas hormonas tienen un efecto significativo en el sistema neuromuscular, donde algunos trabajos encontraron un incremento de la fuerza del cuádriceps y una desaceleración de los músculos durante la fase ovulatoria. Además las fluctuaciones de los niveles de estrógenos tuvieron efectos sobre las funciones de los músculos y sobre la fuerza de los tendones y ligamentos.

Dentro de la fase lútea, se encuentra la fase final del período, donde se produce un aumento del apetito, con una peor sensibilidad a la insulina y una mayor utilización de carbohidratos. A nivel emocional, también se pueden producir algunos cambios a nivel psicológico.

De cara al entrenamiento se deberían buscar principalmente los siguientes objetivos:

Dentro de la fase final de la fase lútea el entrenamiento debería estar orientado a tareas de descarga y con intensidad física menor, donde se puede aprovechar para trabajar aspectos más tácticos y que requieran mayor labor mental que física.

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